"La corderita Lola"
Amanecía en la granja y como cada día el gallo Kiko despertaba a todos con su canto: Kikiriquiiiiiiiiiiiiii
De pronto la gallina Tina salió corriendo a la cuadra gritando: “¡Ya están aquí!” y volvió a entrar. Todos los animales se acercaron a mirar y vieron en un rincón a la oveja Gilda y a su lado había dos pequeños corderitos.
-Os presento a mis bebés -dijo Gilda-
-Este es Toni
Y el pequeño corderito se levantó dando saltos por encima de su mamá
-Y esta es Lola
Pero la corderita, al contrario que su hermano, no podía levantarse
-¡Ánimo Lola! –La decía su mamá-
Pero Lola no podía levantarse, había nacido con las patitas delanteras torcidas y no se podía sujetar.
Todos estaban muy tristes por la cordertita y más pensando lo que haría su amo Rober, cuando la viese.
Al cabo de un rato llegó Rober para sacar las ovejas al pasto y vio a los dos corderitos. Se acercó y se dio cuenta de que Lola no se ponía en pie, frunció el ceño y dijo:
-“No sobrevivirás si no puedes andar”.
Pensando en cómo podía ayudarla, Rober, puso unas pequeñas tablas en sus patitas para que se pudiese poner de pie, pero no podía andar. Pasaban los días y la pobre Lola se esforzaba por caminar.
-¡Venga Lola, tu puedes! –La animaba su hermano- ¡Primero una patita y después la otra!
Lola iba muy despacio y enseguida se cansaba, pero no se daba por vencida, ella lo intentaba una y otra vez.
Un buen día, su amo Rober, decidió llevarla a pastar al monte con las otras ovejas, la llevaba en brazos, ya que Lola, no podía seguir el paso de las demás.
Después de estar toda la mañana paciendo, llegaron a un prado, donde se tumbaron a echar la siesta. Hasta Camilo y Rulo, que eran los perros encargados de cuidar el rebaño, se tumbaron debajo de un árbol a dormir.
Mientras tanto, Lola seguía haciendo ejercicios y dando pasitos, quería andar como las demás. A veces, en sueños, se veía corriendo por el monte, sin necesidad de que su dueño la ayudase, por eso se esforzaba, cada día más, quería que su amo Rober, se sintiese orgulloso de ella.
Seguía dando pasitos, cuando oyó un ruido entre la maleza, al mirar, vio un animal enorme acechando a las ovejitas, tenía unos dientes enormes y se relamía. Fue entonces, cuando Lola se dio cuenta, de que era un lobo, su mamá, la había hablado de él, ¡¡Era un ser malvado y venía a comérselas!! Entonces Lola, sin pensarlo, comenzó a dar saltos con todas sus fuerzas y a gritar:
-“¡Camilo, Rulo! ¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo!”
Todos se despertaron y empezaron a correr de un lado a otro, mientras Camilo y Rulo espantaban al lobo con sus ladridos y enseñando los dientes, muy enfadados.
El lobo, al ver que eran dos perros contra él, se dio la vuelta y se marchó.
La pobre Lola estaba en el suelo, agotada, no podía ni ponerse en pie, pero estaba contenta, el lobo se había marchado. Sintió que la levantaban del suelo y miró hacía arriba: ¡Era su amo, que la cogía en brazos!
Su amo la había visto dar saltos alrededor de los perros y comprendió que gracias a eso, ella les había avisado y el lobo, no había atacado al ganado.
El amo Rober, la llevaba en sus brazos y la miraba con dulzura, mientras decía:
-¡Estoy muy orgulloso de ti!, ¡Has hecho un esfuerzo muy grande y has sido muy valiente!
Al llegar a la granja, todos felicitaron a Lola por su valentía, ella se sentía muy feliz, pero no por eso, dejó de esforzarse y siguió dando saltos, hasta que sus patitas, se hicieran fuertes.
Tiempo después, se podía ver a Lola subir con sus compañeras a pastar, no tenían que llevarla en brazos, iba dando saltos, cuando la gente la veía, les hacía mucha gracia, pero su amo Rober exclamaba:
-¡Es mi mejor oveja!
Lola, vivió muchos años feliz en su granja.
Begoña Díaz García
3 comentarios:
Begoña, enhorabuena, le leí el cuento a Miguel, mi hijo de seis años y aunque competía con una película infantil, no se separó hasta que lo terminé. Te aseguro que es un buen augurio.
Felicidades.
Me alegro de que te haya gustado! Animaremos a Begoña para que siga escribiendo!
Saludos
Publicar un comentario